lunes, diciembre 22, 2008

Ruta de las Ganas o Invernal por la Sierra




Hacía ya mucho tiempo que no realizábamos una ruta . Lo más parecido fue la subida al Monte Gorría que hice con Juanma en el mes de mayo, recorrido que por otra parte íbamos a repetir en el día de hoy.

La previsión meteorológica ofrecida el viernes auguraba un domingo con un poco de sol y un 50% de probabilidad de lluvias con temperaturas en ascenso. Posteriormente el tiempo empeoró según lo previsto.

Ya el viernes por la tarde anocheciendo, al entrar por el camino de Cillán hacia el pueblo, tuve el primer contacto con la “tierra”. El camino estaba anormalmente encharcado y embarrado para ser un camino de buen firme y bien compactado. Empecé a pensar que íbamos a tener una bonita jormada de barro. Fue el sábado por la noche de vuelta de Chamartín por el camino de Orihuelos cuando pude cerciorarme completamente de cómo estaban los caminos. Así se lo comenté a Juanma el sábado por la tarde cuando quedamos definitivamente. “Mañana vamos a divertirnos”. La nevada de la pasada semana, junto con las abundantes lluvias durante los últimos días habían dejado los caminos no ya con barro, sino completamente encharcados.

Aunque la había montado la noche anterior, la instalación de la emisora me retrasó más de lo previsto e inicié la marcha con poca seguridad sobre su buen funcionamiento. Después no sería el único con problemillas electrónicos e informáticos.

Faltaban pocos minutos para las diez y media de la mañana cuando llegaba a la altura del hotel Los Cuatro Postes, frente al WPt0, y vi a Juanma que me hacía señas y que se dirigía a tomar café junto con Ecquo, Amparo, y Valentín y Juani que finalmente pudieron venir.

Durante el café decidimos la ruta, ya que llevaba dos posibilidades. O bien bordear la Sierra por la derecha desde la carretera de Martiherrero hacia Marlín, Bularros y Villaflor o bien repetir la ruta de las Encinas, pero ahorrándonos el primer tramo que iba paralelo al Adaja por el valle Amblés. Optamos por la segunda y nos pusimos en marcha después de comprar pan en la gasolinera.

El primer tramo de enlace por carretera hasta Padiernos fue una sucesión de problemas con las emisoras y las PDA’s y GPS. No funcionaban emisoras, “yo te oigo”, “pues yo no escucho a Juankar y antes sí”, “al que no escucho bien es a Paparruchi” decía otro. Pues no me carga el mapa la PDA, yo no veo el track que hicimos el año pasado y ya tendría que verlo; no se enciende el GPS…En Padiernos, antes de iniciar la subida a la Sierra pudimos ajustar, con mayor o menor fortuna, todos los cacharros, y realizamos el resto de ruta con pequeños problemillas de comunicación o con el micrófono de la emisora en la mano y suelto del “ladrillo” como fue mi caso. Llegamos a la conclusión de que la falta de uso los había “desengrasado”.

Atacamos el primer tramo de subida, abriendo el grupo el Suzuki, cerrando el Terracan y en medio los dos Sorentos bien “abrigaditos” y en previsión de posibles complicaciones ya que los dos llevábamos ruedas de carretera. El ascenso hasta las casas de Montefrío se realizó sin mayores complicaciones por caminos que en alguna ocasión recordaba. Pasado el pequeño poblado el camino empeoraba ligeramente e iban apareciendo algunas rampitas empapadas que hacían coger carrerilla para superarlas. También iban apareciendo algunos “restos” de la nevada de la semana anterior. Superamos la primera cima del día, con alrededor de 1450 metros e iniciamos el descenso hacia Sanchorreja por una pista bastante rota en la que tuvimos que prestar mayor atención con la gran cantidad de piedras que íbamos sorteando. Hasta el momento, y dado la altura de los caminos, no se habían presentado problemas con el barro, pero esta situación iba a durar poco, muy poco. Y así al finalizar la “trialera” de bajada hasta este pueblo y tras cruzar un pequeño río se nos presentaba una rampa para salir hasta la carretera que nos conduciría hasta Balbarda. La pinta de la rampa era inconfundible y los culeos que daba Juanma según iba subiendo no ofrecían lugar a dudas. Y por detrás alguno deseoso de echar un eslingazo. Le indiqué a Juanma que avanzara un poco más ya que iba a ser necesario tomar bastante “inercia” y se había quedado en lo alto de la rampa. Inicié la subida y, según lo previsto empezaron a patinar las cuatro ruedas. Sin excavar más de lo necesario, pero sin soltar gas, fui contravolanteando a un lado y a otro para “morder” los laterales de las roderas y de esta forma conseguí llegar hasta el final. El siguiente era Valentín y su Sorento también bailó lo suyo subiendo la rampa. Sin embargo Ecquo, no creo ni que salpicara de barro los montantes de las ruedas. Tras la primera “experiencia” del día enlazamos por carretera hasta Balbarda donde paramos a realizar un almuerzo como mandan los cánones de las rutas todoterrenas.

El día estaba empeorando por momentos y el aire y frío que empezaban a ser molestos nos hicieron que finalizásemos más pronto de lo deseable el picnic. No sin antes habernos metido un hornazo, chorizo, queso, caldito y callos calentitos, chips varios, sándwiches, regados con su bota de vino y algo más que me olvido.

Recogimos la mesa e iniciamos un pequeño tramo que nos iba a meter en la pista de ascenso al parque eólico de la Sierra de Ávila y que nos iba a elevar hasta su pico más alto “Las Navas” por aquí conocido como “Tío Blanco” o como dice Juanma “el Abuelo”. En este corto tramo es donde un servidor metió la pata. En concreto dos patas, las dos de la izquierda. Esta pista que une Balbarda con San Juan del Olmo tiene un primer tramo perfectamente mantenido por el tránsito de las explotaciones ganaderas y en el que no nos encontramos con mayores dificultades que algunas vacas en mitad del trazado. Cuando el camino se separa a la derecha e inicia la subida empeora considerablemente. Las fuertes y abundantes lluvias de los últimos meses junto con las nieves de la pasada semana han dejado huella. Al ser caminos a considerable altura no se encuentran embarrados pero el agua al buscar su rápido descenso hacia cauces más bajos rompe el terreno, caminos incluidos formando esas zanjas o rieras que dificultan el paso.



Estas zonas, o bien se sortean, si hay espacio suficiente hacia alguno de sus lados o bien se trazan bajo el vehículo con una rueda a cada lado de la zanja. Y de esta forma empezó Juanma el trazado de la más grande hasta ese momento de las rieras que habíamos superado. Aunque había paso por su izquierda imité la maniobra presuponiendo la ausencia de problemas. No fue así. Cuando iba aproximadamente por la mitad vi a mi derecha que el terreno había cedido un poco y giré un poco pero manteniendo la zanja por debajo. O eso intentaba. Mientras advertía de la dificultad del paso por la emisora, no me dio tiempo a terminar la frase iniciada. – “Cuidado con la zanja que ha abierto el agua que es bastante….¡me he caído!!! ¡¡me he caído!!!. El resto del equipo se bajó de sus coches y se acercaron a ver la situación. El terreno había cedido haciéndome caer toda la parte izquierda dentro de la zanja. La situación desde dentro parecía más comprometida, pero enseguida y con las indicaciones de los demás pude sacar el coche de este atolladero y sortear el paso por su izquierda como hicieron los otros tres que iban detrás de mí. El siguiente paso de parecidas características y en el que Juanma tuvo sus más y sus menos ya ni siquiera lo intenté y buscamos los dos sorentos un paso alternativo. De nuevo Ecquo atravesó sin inmutarse.


Enseguida conectamos con la pista que ascendía a todo lo alto de la Sierra y para allá que nos encaminamos. La pista estaba realmente resbaladiza, ya que era de una tierra bastante arcillosa y estaba totalmente empapada. Tanto la subida como la bajada había que acometerlas con especial cuidado sobre todo en algunas zonas especialmente escurridizas. En poco tiempo nos colocamos en la cima, pero el fuerte viento y el frío que se habían levantado nos impidieron poder disfrutar de las vistas que se pueden observar desde allí arriba. En otro rato de bajada nos colocamos en la carretera de San Juan de Olmo (antiguo Grajos) y desde allí hasta Solana ya que no habíamos reservado comida en ningún sitio y al menos los pinchos estaban asegurados. Desde Rinconada Juanma nos “mete” por unos caminos bien surtidos de barro y un vadeo que hacen que nos divirtamos un poquito antes de comer.

Quizás la comida hubiera estado algo mejor si se hubiese preparado con mayor antelación, pero alguna carencia fue perfectamente suplida con los habituales comentarios, recuerdos de las experiencias del día, y la improvisada y emocionante charla que se generó en torno a unas cervezas primero y después durante la comida y sobremesa.

Sobremesa que tuvo que ser interrumpida cerca de las cinco porque teníamos que buscar unos tesoros, al fin y al cabo a eso habíamos venido ¿o no?


¡Qué carreras! Me quedé en último lugar porque, evidentemente, yo conocía la ubicación de los tesoros. Pero es que no me daba tiempo ni a llegar. El primero el de la Peña del Cuervo, en el que Ecquo equivocó el camino y le tuve que “sacar” por la emisora de un huerto en el que se había metido. No dio tregua. Cuando ascendí a lo alto de la zona de la Peña ya había firmado en el libro y ya estaba de vuelta. –“Vamos ahora al Castro que Juani tiene ganas de conocerlo” . Hacia allí nos dirigimos y mientras yo llegaba la puerta del Castro de Chamartín con Paparruchi, Manolo y Juanma se fueron en busca del segundo tesoro de la tarde, eran las seis aproximadamente. Allí , aparte de una visita exprés que habrá que completar en otra ocasión, fuimos testigos de lo que para mí es una bonita experiencia y que era la segunda vez que lo disfrutaba. El anochecer dentro de esa ciudad de hace veinticinco siglos rodeado por esos callejones y esas estructuras de grandes moles de granito, junto a los túmulos funerarios y todo ello en un entorno natural espectacular de montes y encinas,…lo dicho un gran espectáculo. El aire estaba calmado y la visita se hizo muy agradable. Al salir, el inicio de una fuerte racha de viento soplando entre las copas de las encinas nos hizo pensar que se nos caía el cielo sobre nuestras cabezas. Con el cielo completamente oscurecido y tras reencontrarnos con los geobuscadores que ya habían cosechado otro éxito, de nuevo nos encaminamos hacia el tercer y último de la tarde. Otra vez con cierta premura nos dirigimos hacia el poblado de San Cristóbal y con un poco (muy poca) de ayuda, Manolo llega hasta un punto en el camino en el que para y se baja andando, mas bien corriendo, hacia la zona del Tesoro.


El resto del grupo va bajando de los coches y linterna en mano seguimos la luz de la linterna de Manolo que ya parece que ha descubierto algo. Al ser una zona menos resguardada que el Castro de Miranda y estar ya la noche más cerrada, el frío nos invita a que nos marchemos. Y lo consigue. Nos encaminamos a tomar el último refrigerio del día y tras un poco más de entretenida charla llega la hora de despedirse y el retorno para Madrid de Manolo y Valentín. Al día siguiente lo haremos Juanma y yo mismo, seguramente con muchas más emociones en el camino (léase caravana de tres horas, niebla, lluvia, etc.).

Un bonito día que me ha servido para relajarme un poco de una temporadilla bastante estresante en el curro, para reencontrarme con gente que no nos veíamos desde hace…., ya ni me acuerdo y sobre todo para pasarlo bien. Y que sepáis que las enganchadas han sido aposta, porque hay que darle un poco de color a la ruta. (ejem).

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